5.12.14

Yo, Río

(Mi nombre es Rafael Braga Vieira, tengo 25 años y mi vida IMPORTA. Pegatina en el cristal de un autobús urbano)


En Río, primera persona del singular del verbo reir, ajena coincidencia, hay tantos silenciosos invisibles como frentes sobre la acera, rostros que hablan, besos de cucaracha, piernas muertas, niños disfrazados de atracadores, niños corriendo, como el crack, por sus calles. 
Cuando el sol se despide con aplausos desde Ipanema, y la selva que le rodea comienza a respirar, y los tucanes y los loros esconden el pico entre las alas, sus nadie espabilan y vagan, alerta, por las ruas, por sus cuestas, por sus arcos, entre sus infames catedrales al dinero, hormigón y vidrio. Ellos dormitan, porque nunca duermen, por el día, protegidos por la luz, apenas sin recogerse, favelados, solitarios. Alegre la música de los desheredados que acompaña noches de comida frita, de cabinas telefónicas repletas de mujeres que nacieron hombres, de ratas cruzando a saltos pavimentos encharcados, de "dame todo el money", de manadas de gringos gritando decadencia por las esquinas. En Río no hay perros callejeros porque los mataron a todos, como el balón mató sus esperanzas y aún así sigue siendo la única que tienen. Y mientras todo esto sucede el cristo observa hierático, con los brazos en cruz, como Ronaldo, pero él solo se deja ver cuando quiere.

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