4.2.09

El Consentimiento, El Acto y La Selección

Inspirado en un extracto de La Insoportable levedad del ser de Milan Kundera.

Quieres que pase inadvertido, hasta que es esgrimido, primero a una mano, cuando te das cuenta, ya son ambas. Finalmente tu vida pende de él, y gritas, touché.

¿Deberían hablar si nunca lo han sentido?, porque nadie realmente puede ilustrarlo, como le pasa al colocón del ácido. ¿Invocarlo? Aquellos que se atreven, lo murmuran, en soledad o pagando, porque él escucha, y si lo nombras viene, y entonces piensas: ¡quizás no se vaya!, y se te escapa de la boca dónde se coloca, pero nadie sabrá entenderlo.

El miedo es energía, glucosa que la mente deslocaliza de sus funciones habituales, naturales, y gestiona hacia formas de consciencia que no deberían despertarse hasta que el mensaje de alerta tuviese razones para ser enviado. El elemento miedo tuvo un papel imprescindible para la supervivencia en medios hostiles. El individuo miedoso se percataba rápidamente del peligro y escapaba para no exponerse a él, por si acaso, para no ser aniquilado. Del mismo instinto de supervivencia viene el acto reflejo que caracteriza a las presas, que corren ante un crujido o movimiento extraño.

Pero, ¿y ahora?, ¿qué razón ha llevado al miedo a apoderarse de algunas almas humanas? Ahora que nuestra supervivencia está asegurada, el miedo sigue enquistado en nuestro yo más profundo, para ser utilizado, explotado.

Existe un miedo, un terror, que se ha revelado infructuoso, contra natura, poderoso. Elemento que ataca nuestro instinto principal, mantenerse con vida, aguantar.

Cuando tu verdugo es tu miedo, tú eres quien te condena.

Y ahora es uno mismo quien se coloca frente a su asesino, le da El Consentimiento y espera. Espera a que se libere el disparador y que se abalance el martillo contra el fulminante, que hará de soundtrak improvisado, poco original, para ese final del horror con el que has decidido desprenderte, despedirte, después de largos años de deliberación, de delirios, que te llevaron a tomar esta última opción, la de atajar por la salida.

Avanzo por un otero hacia su cumbre. En el camino se encuentran diseminados laureles, símbolo de eternidad, acicate para cometer mi crimen, ya que además, sus hojas tóxicas guiñan mis intenciones.

El frio del ambiente no significa nada, nada comparado con el que arrastro por dentro, que hiela pies y manos haciendo imposible que temple el resto del cuerpo.

Al conseguir altura ya casi rozo el cielo con mis pensamientos, un cielo, me digo, que quizás mejor no exista o no merezca existir.

Aquí, en la cota, diviso un pelotón de cinco hombres, tres están armados, los otros dos deambulan de árbol en árbol.

Me acerco al que elijo por descarte como mi redentor.

- ¿Has venido porque es tu decisión? , ¿es a petición tuya?

Asiento con un ligero movimiento de la cabeza.

- Bien, para que no haya malentendidos. Yo seré quien te ejecute, puesto que ya te has juzgado. Ahora busca un árbol y formalicemos este encuentro.

Arrastro cada pie en busca de un tronco que me arrope. Me parece una idea excelente, solo lo que en vida parece muerto debería acompañarme.

Encuentro el que parece idóneo, desvestido de su follaje, el de la sepultura perfecta. Hago un gesto con la mano para señalar que aquí es donde debe celebrarse.

- ¿Deseas ser el primero?

Me dice mientras se acerca.

- Prefiero ver el proceso, mejor que empiecen por otro.

Esta decisión podría parecer egoísta, pero daos cuenta que egoísmo, para mí, es un término que de tantas veces usado para definir mis actos, ha dejado de tener el valor cliché y ha tornado esencia de mi movimiento. Pero al desprenderse del carácter de autodeterminación este ha dejado de ser egoísmo, ya que detrás de él no subyace beneficio alguno.

Los hombres armados nos atan a los troncos y nos tapan los ojos.

Sus pasos se alejan hasta dejar de producirse, por su fin, no por la distancia.

El seguro de una de las escopetas ha sido quitado. Yo se que no voy ha ser el primero y

¡PUM!

Mientras elaboro este pensamiento una bala ha sido disparada, y su sonido ha ocultado el de una cabeza estallando. El sonido de un agujero de un centímetro de diámetro abriéndose paso a través de la frente y el cerebro. Sonido que empíricamente debe producirse, pero del que pocos pueden jactarse de haber estado para presenciarlo.

Ese hombre ya no es humano, ya no es vida, ya no trasmite nada, más allá de lo que podría trasmitir su fotografía post mortem. La visión al natural no proporciona una dimensión distinta de la tragedia, un horror distinto, es el mismo, más veraz. El hombre que tuvo una vida, el hombre que un día contó un chiste, el hombre que algún día lloró por una mujer, ahora es un pedazo de carne. Si le tapas la mirada, si se le cierras los ojos, nada le distinguirá de una bolsa carnosa repleta de casquería. Y ese es el late motive de la fábula de Caronte, despersonalizar al difunto para debilitar la imagen de la muerte, de su levedad, y de la levedad de la vida. Ya que al entender esto, al comprobarlo, instantáneamente se deprecia el valor de la propia y aunque capaces de admitirlo, nunca seremos de interiorizarlo. Y asusta.

Ahora estoy desconcertado, les oigo susurrar y no entiendo cuál es el problema, ¡si la situación rebosa sencillez! Quedamos dos, él y yo. Tres, yo, tú y él. Los verdugos están fuera de escena.

Mi compañero continua persignándose, en el fondo es una suerte tener una idea en la que apoyarse. Mientras, yo pienso que estar jodido es una putada, y que además no jodes porque no puedes, porque estás jodido. Por eso te joden lo que pagarías por joder, si no te jodes tú solo, porque estás solo. La introspección es la masturbación de la psique, el psiquiatra la puta de la medicina, la ramera de los trastornados. Y te das cuenta de que aún te queda algo de humor.

La mezcla me perturba, si morir es conseguir el final pertrechado. Y con este, terminar con el dolor que el miedo ha cronificado, un alivio invade mi ser. Pero a la vez, saber que ese terror termina por intervención y no por pasado, expresión del pesar arrastrado por mí pero no por mis hermanos, perturba mi idea de final glorioso y necesario y me baja al nivel de animal acorralado. ¿Es mejor una vida partida o terminar finamente con El Acto?

¿Y si la duda es la sensatez que he obviado tantos años?, ¿quién de los dos morirá el siguiente?

¡PUM!

¡¿SOY YO?!

¡No, oh destino, no! Aún sigo vivo. ¡Y ha sido este instante, entre la posible bala y la probable muerte, el que me ha abierto los ojos, el que ha destilado la insensatez a la que me he abocado!

¿Y si yo no soy dueño de mis culpas?, ¿y si estuviese libre de tal pena y la negligencia corriese a cuenta de este mundo despiadado donde a luz he sido dado, y él fuese el motor de mis impulsos destructivos?

Porque ESTA existencia no sea la correcta, y a ella no haya podido adaptarme, ¿reside la solución en perderla o tal vez en soslayarla hacia otra diferente? Existencia nueva y segura, donde la felicidad tenga su foco en necesidades reales, que nos hagan más humanos y menos máquinas, a las que solo el consumo impulsa a ese movimiento perpetuo que la vida parece.

- ¡YO NO!, ¡YA NO!

- ¡ALTO!, ¿Ha dejado de ser tu voluntad?

- No, no es mi voluntad. Déjenme marchar por favor. ¡Tengo la solución, prometo cambiar, empezaré de nuevo y sin ellos!

- Ni Dios ni La Selección han decidido aún juzgarte, estás libre, siempre has podido marcharte. Nosotros solo somos ejecutores de lo que uno mismo es incapáz de realizar. Ya que el arrepentimeinto es parte, penúltima, de este proceso.

Uno de los santos me desató los ojos, luego las manos. Caí al suelo y me quedé tendido, con la mente en blanco, hasta que retiraron los cuerpos y se marcharon.

Ninguna evidencia de lo que había ocurrido, salvo la luz que se me había mostrado. Me levanté del suelo frío. Y ahora que mis extremidades estaban calientes, marque el paso descendente y desde la falda del cerro seguí caminando hacia algún lugar donde poder, al fin, descansar en paz.

Donde el miedo no sea más intenso que el amor, que el humor.

2 comentarios:

Ego dijo...

como siempre genial...

Anónimo dijo...

Oh, dios. Bravo, Bravo.