1.2.07

Autocompasión

Era un día especialmente frío para las temperaturas que habían tenido, caminaba hacia la facultad después de 14 días de absentismo y puentes, le resultaba demasiado difícil volver a enfrentarse a ello. Había asumido su papel de victima y se recreaba cada poco en él, no le había costado demasiado, y tirando la toalla dejaba el trabajo duro a los antidepresivos. Convencido de su debilidad temblaba camino al aula, se fumó dos cigarrillos sin pausa antes de que le invadiesen los retortijones. Las manos le temblaban y estaba convencido de que balbucearía si le hiciesen habar.

Se forzaba a llevar la cabeza levantada y a mirar a los ojos al resto de estudiantes que se cruzaban en su camino.

Ensimismado en su autocompasión se preguntaba si podría conseguirlo. La segunda voz que adoptaba aveces cuando caminaba le carcomía con sus ideas, ¿sería fruto de la sugestión la situación que entre su miedo y su familia habría podido crear?, ¿sería otra estratagema más de su subconsciente para ser de nuevo el centro de atención?, ¿o simplemente era la forma inconsciente de crear un peso ficticio para cargar con él y así aliviar su vergüenza y decepción con sigo mismo?, ¿realmente estaría enfermo?

Cruzó la mirada con una chica obesa y rogó a sus ojos la complicidad de los desafortunados, de los desterrados.
- Qué arrogante eres, pensó la segunda voz.
Te crees capaz de judgar a esa chica y ponerla en tu misma situación. Ella es fuerte, tu no.
Siempre te creíste más que nadie y si a la primera no lo conseguías los métodos de autoengaño que tu mismo creaste hacían el resto. Miraste a la gente por encima, a tus padres, a tus amigos, a tu familia, a los conocidos e incluso a los desconocidos. ¡Ese es tu problema, audaz! Te has dado cuenta de que no eres nadie y ha dolido caerse del guindo, JAJAJAJAJA.

Se rió para sus entrañas en vista de la buena autocrítica, aun así no se lo creía.
Tengo que escribir esto, pensó. Es tán visceral, tan descarnado. ¡Como un autor maldito!Rimbaud, Verlaine, Baudelaire, Joyce, Kerouac, Bukowski -mis iguales-, ¡hermanos míos!
Aunque se lo creía, en el fondo se reía de sus pensamientos.

Al llegar a la facultad tiró con energía un cigarro aun sin terminar y entró con un poco de tranquilidad al aula.
Al atravesar el pasillo se topó de bruces con la realidad, con quién hablaría ahora, con quién se sentaría. ¿Continuaría siendo el “interesante de la fila de atrás”, o se habría convertido ya para sus ojos en el triste infeliz que se sentaba solo?

Encontró un asiento al lado de un conocido, ¡pero a él no le caía bien!
Ya le había juzgado, como a más de la mitad de la clase, los había rechazado voluntariamente su amistad, tan siquiera la había propiciado, ¡no conocía ni sus voces, ni sus nombres!

- ¡Pero que gilipollas!, pensó sobre sí mismo. Eran poco para él.
¿Era la ropa, el peinado?, ¿porque no hablaban como tú ni se movían como tú?, ¿o puede que fuese que no escuchaban lo mismo ni leían lo mismo? Basura inculta, irrisoria y anodina.

Al pensarlo se le encogió el corazón y le dieron ganas de vomitar, reconocía el sentimiento, era miedo.

Los retortijones regresaron, los temblores y el frío.
Mientras, en el exterior, tenía que seguir la conversación de su compañero y no mostrar signos de debilidad, ¡y a poder ser intentar ser ingenioso!
Empezó a sudar, su segunda vos gritó: Qué difícil debe ser ser tú, jajajaja.

Comenzó la clase, agarraba el bolígrafo como si la vida fuese un precipicio y él la única rama que sobresaliese. Continuaba la presión en el pecho, en la garganta y las nauseas. Intentó relajarse.
Al terminar la clase se despidió rápidamente y agarrando la mochila de cuero y su chaqueta se encaminó a lo que últimamente había sido su lugar preferido de la facultad, a donde iba cuando no aguantaba más.

Atravesó el gran hall central y subió por las escaleras de la derecha hasta la última planta.
En ella se encontraban los departamentos, pero también se encontraban unos baños que inusualmente se utilizaban. Ya había sido su escondrijo un par de veces más, y se desquiciaba esperando el momento de poder cerrar el pestillo del baño, mirar por la ventanilla, quitarse el abrigo y dejarse derrumbar en soledad.

Así lo hizo, menos fuerte de lo que esperaba.
Se bajó los pantalones y dió visado a sus dolores.
Encendió un cigarro y se quedó ahí hasta terminarlo.
Pasaron unos 10 minutos cuando de nuevo se sintió con la obligación de salir de aquél zulo.

- No seas pringado joder. Situaciones patéticas convierten al que las ejecuta en un ser patético.
Salió, se miró al espejo, reconoció la cara que un día fue altanera y la envidió.

Por la noche antes de irme a la cama recordé la situación de la chica gorda y pensé que estaba inspirado para escribir. Me senté en la cama y sin parar un segundo regurgité esos momentos, grabados a fuego cada día en mi memoria.
Cuando se terminaron fui al baño y cagué todo mi mierda como acababa de hacer en el papel. Pensé en romper las hojas y dejarlo todo en el olvido pero en el fondo me encantaba toda esta basura autocompasiva, egocentrica y recurrente que había escrito.

Dejo este párrafo antes de dejar mi mente en blanco para meneármela pensando en alguna de las mujeres que dejé pasar “porque no me merecieron” y lo salvajemente que ahora mismo me las follaría.

A pesar de todo masturbarse provoca somnolencia y yo no soy más que un pobre ser falto de cariño.
Ya va siendo hora de que llegue otro día.

1 comentario:

Anónimo dijo...

las cosas que intuí ...van cogiendo forma y sólo hacen que tenga más ganas de abrazarte cada vez que te veo aparecer